La imagen que encabeza este comentario es la de una papelera como Dios manda, es decir, una papelera con capacidad suficiente para que sea usada como tal, no una papelera de diseño, con una capacidad reducida y que a las 11 de la mañana ya esta a rebosar y que aunque la vacíen al mediodía, a las seis de la tarde ya no se puede depositar nada de nada por estar completamente llena igual que los alrededores de la misma.
Prácticamente terminado el verano o temporada turística, hay que hacer inventario de todas las actividades incivicas que se han producido, unas que se repiten cada año, y otras de nuevas que no dejan de sorprender.
Este año se ha puesto de moda el arrojar al agua las pasarelas de madera que están en la playa para acceder a la orilla, el volcar las atalayas de los socorristas y el arrancar las señales de trafico. A ello, tenemos que añadir los clásicos de cada año, arrancar papeleras, pintadas, botellas rotas en la playa, derribar los policlinics, romper retrovisores, derribar los mástiles de la playa, quemar algún que otro contenedor de basura y otras barbaridades que no detallo para no hacer una lista interminable.
Resumiendo, una valoración económica de las barbaridades que sufrimos, pondría los pelos de punta a mas de uno y aunque muchos no lo vean así, ese coste afecta al erario municipal.